Carta de un maestro de ballet a su alumno

Ayer me quedé dormido pensando en ti… analizando qué estrategia puedo implementar para que logres hacer ese paso limpio. Sé que te he repetido la corrección del talón miles de veces y, por vocación, lo seguiré haciendo las veces que sea necesario, hasta que logres esa conciencia por ti mismo y no lo necesites escuchar de mí.

Después de cada jornada de fuerte trabajo en la que al igual que tú, termino desgastado, ¡lo que más me motiva es ver tu avance! Ver que logras dominar tu cuerpo y mente en perfecta armonía, en estado de plenitud y felicidad porque haces lo que más te gusta.

Yo nunca me quedo nada, te he compartido todo lo que sé, para que cumplas los objetivos que juntos hemos marcado. Sabes muy bien que tu progreso depende de esa milla extra que recorras y que la clave es la disciplina diaria y el compromiso contigo mismo y con tu sueño, las tareas, ensayos extra, ejercicios y estiramientos personales van por tu cuenta.

Con la mano en el corazón, te pido una sincera disculpa si en algún momento te he ofendido o te has sentido mal cuando te corregí, no podía ser en otro momento, porque no me gustaría que te lesionaras ni que continuaras realizando mal un movimiento que después sería una maña casi imposible de eliminar, cuando seas maestro y te toque enseñar, lo entenderás.

Gracias por permitirme caminar contigo de la mano, más allá de enseñarte a bailar ballet, hemos crecido como seres humanos con todas esas experiencias que se viven para pisar un escenario. Junto con tus papás hemos creado un gran equipo que te respalda y hará lo que sea con tal de  ayudarte.

No me quiero despedir sin decirte que, si tienes cualquier duda o consulta, por favor me la hagas saber, porque un alumno que piensa y se expresa llegará más lejos, que el que es pasivo ante su propio aprendizaje.

Con cariño, tu maestro de ballet.